Mitología en La Marca del Guerrero.
Los bárbaros
Se conoce como bárbaros a aquellos
que no viven ni han vivido nunca bajo la sociedad feudal del Reino, ni en las
pequeñas ciudades y pueblos civilizados que se encuentran más allá de la
frontera Norte. Los bárbaros tienen sus propias culturas, creencias y
relaciones con los habitantes del Reino, a los que llaman “saqueadores”.
Dioses
Sabai: Dios de la creación,
regeneración, vida y perdón. Sabai es el dios al que se le reza en busca de
protección, ayuda o misericordia. Su misión es la de crear nacimientos y renacimientos
en la tierra. Se consideran las estaciones como la máxima expresión de su
poder.
Liko: Gemelo de Sabai, dios de la destrucción,
la muerte, las catástrofes y el castigo. Se reza a Liko en busca de venganza o
de perdón a través del sacrificio, ya que Liko no es una figura malvada, aunque
sí de una temible justicia ciega. Las catástrofes son su máxima expresión de
poder.
Maité: Fuerza divina derivada de una
combinación de ambos dioses, Liko y Sabai. Es una divinidad incorpórea que mata
y crea, nivelándose en un círculo vital continuo en el que los humanos no deben
interferir. No se le reza a Maité, ya que se la considera ajena a las peticiones
y deseos de los hombres.
Nota: Para facilitar la comprensión,
en un mismo escenario de un incendio, Liko sería el fuego, Sabai la vida que
traerán las cenizas y Maité el incendio en conjunto, con sus causas y
consecuencias.
Las Eras del mundo
Los bárbaros no creen (como lo hacen los civilizados)
en un principio hermoso como el paraíso, un lugar de completa abundancia, pero
precisamente eso hace que los pecados del hombre en la Toiv-leamet (“la mayor
afrenta”, que es como ellos llaman a la Época del Fuego) sean aún más
inadmisibles. Aunque concuerdan a grandes rasgos con la visión de la historia
de los saqueadores, hay diferencias, especialmente en lo que los civilizados
llaman “el siglo baldío”.
Antes de la Época del Castigo (“Liko a nea” para
ellos, que significa “sólo estaba Liko”), algunos habitantes de lo que en breve
se convertiría en el desierto del Gaegu, se dieron cuenta de que las guerras y
la destrucción estaban destrozándolo todo. Los Primeros Arrepentidos, que así
se llamaron, abandonaron las luchas y empezaron una penosa ascensión al Norte,
hasta que el frío les impidió avanzar más, y allí se asentaron. Después de la Liko
a nea, cuando ya sólo quedaba desierto en donde la mayoría de los hombres
habitaban, las luchas cesaron por pura necesidad. Los seres humanos se
dividieron en dos grandes grupos. Uno de ellos, encabezado por el famoso Fiet
Kaidea (instaurador de la Institución), dijo que los hombres debían dejar el
desierto e ir a tierras más prósperas, donde aprender de sus errores y no
volver a cometerlos. Otros, en cambio, opinaban que los hombres debían pagar
por lo que habían hecho quedándose a vivir en el erial que habían creado. Los
grupos se dividieron.
Los que pronto se convertirían en civilizados hubieron
de atravesar el desierto, con todas las penurias que ello conllevaba, y
perecieron en gran medida. Pero por fin alcanzaron los supervivientes una
tierra fértil, más allá de donde había llegado la mano destructiva del hombre,
y allí levantaron su propia sociedad y fundaron el Reino. Sin embargo, los
civilizados pronto olvidaron sus objetivos frente a la abundancia, y sólo la
Institución mantuvo el orden para que la tierra no fuese devastada del todo
nuevamente. Al ascender al Norte, se toparon con los Primeros Arrepentidos, que
se negaron a que siguieran ascendiendo para destruir sus tierras. Lucharon con
la Ira de Liko de su lado y les hicieron retroceder del Norte hasta donde hoy
día se encuentra la frontera. Aún así, desde ese momento los civilizados tuvieron
con ellos escaramuzas, aunque para entonces ya se les conocía como bárbaros del
Norte.
De los que se quedaron en el Gaegu, muchos murieron
también, pero otros se adaptaron a vivir en ese duro clima, y allí se quedaron.
Ahora se les conoce como bárbaros del desierto.
Los bárbaros de las montañas
Los que son conocidos como “bárbaros
de las montañas” son aquellos que habitan en la frontera que forma la
Cordillera del Este. Dado que el Reino ve imposible expandirse a través de las
altas montañas, estos bárbaros han tenido la oportunidad de llegar a un acuerdo
de mutua no agresión con los saqueadores, siempre y cuando no se invadan sus
territorios para caza, tala o dominación.
Los bárbaros de las montañas son, de entre los de su
clase, los más pragmáticos, y lo cierto es que la religión no es una de sus
mayores preocupaciones. A pesar de ello, la filosofía de vida que deriva de
ella sí es de una importancia vital en su sociedad.
En principio, los bárbaros de las montañas (procedentes
del Norte), creen en la fuerza genérica de Maité como sus congéneres norteños,
pero la tienen más humanizada. A la hora de rezar, se la reza en nombre de los
antiguos dioses: Sabai de la creación y Liko de la destrucción.
Los bárbaros del Norte
Los bárbaros del Norte son los únicos que tienen una
figura religiosa clara con un papel en la sociedad. Los “Gourd” son los encargados
de bendecir eventos, tales como casamientos, adopciones, nacimientos…
A pesar de lo dicho, los bárbaros del Norte consideran
inútil rezar, ya que Maité es una fuerza demasiado poderosa (y sabia) como para
intentar apelar a ella. En cambio, dedican gran parte de su tiempo a meditar
cómo formar parte y ayudar a fluir a este ciclo vital generalizado.
Los Primeros Arrepentidos no han olvidado su pasado,
ni como pecadores ni como defensores de sus tierras frente a los saqueadores.
Por lo general, llevan una vida lo más pacífica que les es posible. Las peleas
entre familias o por diferentes causas de disputa se solventan mediante
comedidos combates no mortales, acuerdos y mediaciones. No necesitan de más.
Los bárbaros del Norte son nómadas, ya que se mueven
continuamente entre sus plantaciones por todo el Norte de la frontera del
Reino.
Los bárbaros del desierto
Los bárbaros del desierto son particulares incluso
para cualquier otro bárbaro. Para empezar, están aislados. Los habitantes del
Reino desconocen completamente su existencia ya que ellos, fieles a lo que juraron,
se mantienen en los límites del desierto, fuera del Reino.
Los únicos que saben de los moradores de las dunas son
los mercaderes de las ciudades independientes que alguna vez se adentran en el
Gaegu, muchos de los cuales les consideran meras leyendas. Sin embargo,
existen.
Cabe destacar que su religión es peculiar porque está
dividida en dos ramas opuestas que, sin embargo, conviven sin conflicto.
- La Mano de Liko:
Los seguidores de La Mano de Liko son aquellos que se
encargan de castigar a todo aquel que lo merezca. Para ello, levantan
campamentos de esclavos donde encierran a cualquier saqueador (entendiendo como
saqueador a cualquier extranjero, venga o no del Reino) que caiga en sus manos.
No hay juicios, ni deliberaciones, ni ningún otro tipo de
intento de discernir a posibles culpables de posibles inocentes. Se considera que,
si alguien llega a sus manos, esto es porque Liko así lo ha decidido,
utilizando a sus seguidores para impartir su justicia, que es ciega y ausente
de compasión.
- La Mano de Sabai:
En contraposición, existen las Manos de Sabai, que son
aquellos que adoptan una filosofía de vida completamente distinta. Los
seguidores de la Mano de Sabai consideran que son instrumentos del dios de la
creación y el perdón, y actúan en consecuencia, comportándose con magnanimidad
y comprensión con cualquiera, sea cual fuere el delito cometido, incluso si es
contra sí mismo o su familia. Podría pensarse que esto les convierte en un
objetivo fácil para las impías Manos de Liko, pero no es así. Unos y otros
conviven y han de convivir en paz. Ellos, más que ningún otro, siguen siendo
conscientes de las consecuencias de los pecados de la época de la Toiv-leamet.
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