Emblema:
La serpiente de los Optuyetade,
en posición de ataque pero enroscada, representa la autodefensa, no el ataque.
El haz de luz que ilumina al animal se le supone de procedencia del Bosque de
la Serpiente, muy tupido.
Nivel:
Casa menor
Color:
Morado claro.
Historia:
Los Optuyetade llegaron a su
territorio en la formación del reino y allí se parapetaron, defendiéndose con
fiereza pero sin realizar ataques. La familia Amoyda tuvo que conquistarles,
rompiendo sus fronteras, para conseguir que le prestaran apoyo militar.
Siempre han sido relativamente
independientes, prefieren vivir de sus propias tierras (que tienen la fortuna
de que son bastante ricas en vegetación) a comerciar con el exterior, así que
lo evitan en la medida de lo posible.
Su actitud antaño meramente
defensiva no se ha mantenido siempre. Los Optuyetade son famosos por actuar de
manera decisiva en algunas guerras, siempre con un ataque rápido y sorpresivo,
aliándose bajo cuerda con uno u otro bando, o bien con ambos para traicionar al
menos conveniente.
Protagonizaron una rebelión
solitaria por la que el rey por poco no les rebaja de casa menor a
descabezados. Los Aivanek se encargaron de sofocar su rebelión sin delicadezas
y se apropiaron así de parte de su territorio. Por esto, los Optuyetade guardan
un odio especial a la familia del Águila Carmesí.
Territorio:
El suelo de su territorio es muy
propicio para el crecimiento de la vegetación, a lo que contribuye su clima
suave, estable y lluvioso. Tienen los mejores terrenos para cultivar de todo el
reino, pero también el mayor nivel de delincuencia. La casa Optuyetade quedó
seriamente dañada tras la rebelión fallida y la consecuente pérdida de
territorio. Desde entonces, los Optuyetade han caído y recaído en la
decadencia, y con ellos sus territorios y sus vasallos.
Fama:
Los Optuyetade son como la sombra
de una gran familia que fue, pero ya no es. Excluyendo al último de sus
señores, se les considera tradicionalmente condescendientes y excesivamente
preocupados por el bienestar del populacho. Dado que están encerrados en sí
mismos, tienen pocas relaciones con los demás señores y, si pueden evitarlo,
también con la realeza. Se les considera traicioneros y sibilinos.
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