Cuando comentas a alguien que
escribes, normalmente se produce una ligera sorpresa y un deje de curiosidad.
La gente suele asumir de inmediato que escribes como afición, incluso cuando
tienen la cortesía de preguntarte al respecto. Cuando dices que no has
publicado nunca, ya se asume automáticamente que así es, y cuando añades que
quieres publicar te miran como si fueras un corderillo inocente camino al
matadero.
Y en ese momento alguien como yo
se pregunta: ¿Estas personas son conscientes de que todos los autores tuvieron
un comienzo? ¿Se dan cuenta de que tú, mejor que ellos, conoces las vicisitudes
y dificultades de este mundillo?
Supongo que no.
Pero esto no es lo peor, no. Lo
peor es cuando quieres hacer comprender a tu interlocutor que no escribes sólo
por amor al arte, por mucho que ames el arte. Parece haber una clara condición
para que algo se considere un trabajo, y esta condición es que se cobre por
ello. Cuando no, eres un aficionado, así son las cosas. ¿Pero acaso el inversor
no arriesga para conseguir, sin estar seguro de su éxito? ¿No son al fin y al
cabo artistas los escritores, buscando el premio en trabajos ya realizados según
triunfen en el público?
Para empezar debes plantearte qué
eres, si escritor de profesión, de afición o (también los hay, y son como los
otros dos muy respetables) de divulgación.
Para mí, esas son las tres
motivaciones para escribir.
Está el escritor de profesión,
sea única o complementaria, gane mucho o poco dinero, o incluso decida repartir
gratuitamente parte de sus textos. Eso realmente no suele ser lo importante, no
es la diferencia. No, lo que caracteriza a este tipo de escritores es que
respetan su propio trabajo lo suficiente como para pensar que merece que
alguien pague por él, para que un lector potencial muestre el suficiente
interés como para hacer un sacrificio que de alguna forma haga que el propio
merezca la pena. Y es que escribir no es, como muchos piensan, un camino de
rosas. Por ello, dedican gran cantidad de su tiempo a mirar cada aspecto del
libro para que sea perfecto. Si eres de este tipo, te aconsejo que no esperes
hacerte rico escribiendo porque probablemente no lo conseguirás, y sobretodo no
caigas en el tratar de hacer que a todos les gusten tus textos.
Luego están los que escriben por
afición, los que escriben simplemente por el placer de escribir. Lo hacen
porque tienen algo que contar y/o porque necesitan hacerlo. Les apasiona
sentarse frente a un papel en blanco y construir un mundo, dibujar un paisaje,
desarrollar personajes. Si eres de este tipo, te aconsejo que en caso de
publicar nunca digas esa presuntuosa frase de “yo sólo escribo para mí”.
Querido escritor de afición, si quieres escribir sólo para ti, entonces hazlo
de esta manera, guarda tus manuscritos en un cajón y deja que los que quieren
escribir para los demás así lo hagan, publicando.
Por último, están aquellos que
escriben para enseñar, para mostrar lo que saben o, aún con más tino, hacer que
los lectores se cuestionen a sí mismos. Tienen estos escritores un cierto aire
de maestros que, con mayor o menor acierto, con gran arrogancia o con sutil
humildad, quieren llegar más allá de las historias y la autocomplacencia. A
menudo, desean cambiar el mundo presente o futuro a base de instruir a los
integrantes de la humanidad. Si eres de este tipo, entonces cuídate de no caer
en la soberbia y en la frustración, porque serán tus peores enemigos. Y sobre
todo no olvides nunca que debes cuidar las enseñanzas que impartes.
Ante esto, un escritor de verdad debe preguntarse…
¿Qué es un escritor de verdad? ¿Cuál de todos los tipos?
Pues bien, un escritor de verdad
es, sin duda, el que goza de escribir, está orgulloso de su trabajo y quiere
dejar su pequeña porción de sabiduría al mundo. Es eso y mucho más. Un escritor
de verdad ha de ser escritor por profesión, por afición y por divulgación. Ser
todo eso y aún más: El que se queda en las noches luchando por corregir por
quincuagésima vez ese texto que se resiste, el que anonadado y emocionado se
deja absorber por su propia historia y el que en cada obra quiere hacer una
introspección para sí mismo y los lectores. Y aún digo poco, porque es más.
Escribir es oficio, devoción y
vocación.
Estoy totalmente de acuerdo, después de tantos siglos escribir sigue considerándose una afición más que una profesión vocacional. Me ha gustado el post.
ResponderEliminarGracias, el tuyo sobre Atlantis tampoco estuvo nada mal ¿eh?
EliminarBuena suerte, por cierto.
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EliminarAfición, profesión, puro ego... llámalo como quieras, pero lo que está claro es que todo el mundo tiene derecho a decidir lo que hacer con su talento.
ResponderEliminarLo que pasa es que se tiene mucho prejuicio a la hora de leer algo de un autor desconocido.
Ciertamente hay que darles ese voto de confianza, pues detrás de ese autor novel puede que se encuentre un verdadero talento.
¡¡Suerte!!
Wow maestra... wow...
ResponderEliminar*aplaude*
Fantástica entrada, aunque al final casi ha parecido que a los de divulgación no les toca tanto lo que comentas en el último párrafo, pero creo que de todas formas el escritor de divulgación escribe impulsado por motivos realmente diferentes; lo comento porque veo de primera mano a mis profesores de la universidad decirnos lo importante que es, y yo automáticamente pienso en lo que yo quiero escribir,completamente diferente... Y es llamativo tener los dos puntos de vista tan cerca.
ResponderEliminarMe remito a lo dicho: fantástica entrada.
Y feliz año ^^
¡Gracias y feliz año!
EliminarMuy buena entrada. Yo en ocasiones fluctúo entre los dos primeros descritos. El estado de ánimo 'ayuda' en esto. En cualquier caso tu última frase es reveladora porque efectivamente define muy bien lo que es.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz 2013.
¡Igualmente!
EliminarSi se llaman autores los famosillos que sacan libros (no pongo ejemplos a ver si me van a demandar, pero todos sabemos alguno), entonces cualquiera es un escritor.
ResponderEliminarUn saludo.